sábado, 5 de septiembre de 2009

LOS OTROS DESPERTARES

Imagen: "El triunfo de Baco" o "Los borrachos", Diego de Velázquez.


El maldito despertador no dejaba de sonar. Ni ahora, después de desactivarlo con un fuerte manotazo que lo hizo rodar a la alfombra. Su estridente sonido seguía retumbando en su cabeza obligándole a despertarse.
No quería, no le apetecía levantarse, no deseaba ni abrir los ojos.
La cabeza le dolía terriblemente.
“¡Mierda!, una vez más me he pasado con la bebida, seguro”.
Ya no sabía si lo que martilleaba su cerebro eran los ecos lejanos del sonido del despertador o los vahos cercanos de los efluvios del alcohol.
Pero era lunes, eso creía, y seguro que, aparte de frío, llovería a cántaros.
Finalmente, en cuanto el sonido de la alarma de su móvil, que siempre dejaba un poco alejado de la cama para evitar quedarse dormido, comenzó a sonar, se revolvió en la cama y con los ojos todavía cerrados, intentó darse un masaje en las sienes y en el cuero cabelludo porque eso siempre le ayudaba.
Mientras móvil y despertador continuaban con sus machacones soniquetes, Fonso, pensaba en que haría lo acostumbrado: se levantaría lentamente, bebería un buen vaso de agua y, aunque pensar en el ruido de la licuadora eléctrica le ponía el vello de punta, no le quedaba otro remedio que tomar un buen zumo, de tomate o de naranja, lo que hubiera.
“¡Mierda! “¿y si no había ninguna de las dos cosas?”.
No recordaba si había comprado el sábado, hacía ya una eternidad de tiempo. Y aspirina ¿tendría en algún lado una bendita aspirina?.
Mejor, quedarse como estaba, no moverse, deseando que la batería del móvil estuviera acabándose, y mientras, taparse con la almohada, no hacer nada. Volver a dormir, eso era lo que deseaba, lo único que necesitaba.
Tanteó con la mano la alfombra hasta dar con el despertador. Lo asió fuete y lo tiró provocando su automático silencio. “Que le den”, pensó
Se cubrió la cabeza con la almohada, pero el maldito teléfono móvil no paraba. Cuando lo necesitaba, nunca tenía suficiente batería y ahora que rogaba por que se acabase, seguía con la murga.
La cabeza, que alguien le prestara una nueva cabeza. “¿Por qué me quejo de la cabeza si me duelen hasta las pestañas?”.
Necesitaba un nuevo cuerpo, recién salido del taller o que un experto le “tuneara” éste que tenía tan averiado.
Lentamente parecía que la nube quería ir descubriendo un amago de sol. ¿Qué había hecho la noche anterior?, no recordaba nada.
Con un esfuerzo supremo y ayudado por todas sus extremidades puestas al servicio del impulso, se sentó en la cama, todavía sin abrir sus dolientes ojos.
Notaba como una tamborrada dentro de su cabeza, con todo el bullicio de la gente añadido.
Se tocó suavemente sus ojos cerrados para notar como ardían. Tenía la sensación de que, si finalmente se decidía a abrirlos, se iba a encontrar con algo peor todavía.
Comenzó a tomar conciencia de su habitación, del lugar que ocupaban los muebles, la puerta, la ventana... Fijó su atención en la ventana, había tenido razón al pensar en que sería un lunes lluvioso, oía perfectamente el sonido que siempre conseguía relajarlo, del agua corriendo. Se concentró ahí, en ese líquido fluyendo.
Calculó que debía llevar l5 minutos despierto y, ahora que se fijaba, la alarma había dejado de sonar. Tenía que darse prisa si quería llegar a tiempo a la oficina.
“¡Joder!, no tengo fuerzas ni para auparme y caminar”. De pronto, algún sonido inesperado le impulsó a abrir los ojos y volverse hacia el lado de la cama que nunca ocupaba porque, inconscientemente, lo reservaba para sus compañeras o amigas ocasionales.
Las cortinas dejaban pasar una luz mortecina, pero la suficiente para poder ver: “¿qué carajo hace Fernando desnudo en mi cama?, es buen amigo
desde la infancia y lo quiero mucho, pero es homosexual. ¿Qué ha sucedido?". No quería creer lo que su dolorido cerebro le insinuaba. No, él no.
La lluvia seguía golpeando el cristal de su ventana, pero no conseguía calmarlo.
Se estremeció, a pesar de que sabía que la calefacción estaba alta porque no le gustaba pasar frío. No conseguía distinguir si era consecuencia de una fría y húmeda mañana o de sus miedos en aumento.
Tenía que salir de esa atonía, debía comenzar a moverse e ir a la cocina, a pesar de que los tambores seguían martilleando sus atribulados sesos.
Con gran esfuerzo y procurando no hacer ruido consiguió poner en pie su desmadejado cuerpo y llegar hasta la puerta del dormitorio que conectaba con el salón-cocina-recibidor de su pequeño estudio. “Antes que nada, tengo que mear, me encontraré mejor después de hacerlo”.
Al otro lado de la puerta vería las cosas de distinta manera.
Sin embargo, en cuanto la abrió, unos fuertes ronquidos llenaron todo el espacio. En cada uno de los dos pequeños sofás, se veían otros tantos cuerpos varoniles, también desnudos.
“¿Dónde estaba el cuarto de baño?”. Procurando no hacer ruido y sin querer mirar ni pensar, soltó todo el líquido que le sobraba porque, luego de sus necesidades, comenzaron las arcadas que le llevaron depositar en la blanca taza, todo lo que indebidamente había ingerido la noche anterior.
“Mi cabeza, ¿dónde tengo esa cabeza que habitualmente me sirve para funcionar?”.
Abrió el botiquín y ¡menos mal!, había una caja de aspirinas, aunque sólo quedaba una. “Algo es algo, bastará de momento”.
Oyó rumores fuera. Es posible que la cisterna hubiera despertado a todo el mundo.
“¿Quiénes son éstos que ahora se desperezan sin ningún tipo de vergüenza o rubor?”. No tenía ni idea y seguía sin recordar nada.


Tres horas más tarde, después de la cura casera y una buena y larga ducha, se encontraba con aquellos tres jóvenes charlando distendidamente, ahora que sabía que era el día de San Roque y por tanto, festivo en la ciudad.
Bueno, todo lo relajado que su magín, atormentado por lo que había podido suceder y su maltrecho y dolorido cuerpo le permitían.
Hablaba Juan, su amigo gay, luego de confirmar que los otros también lo eran.
- ¡Menuda juerga la de ayer!, ¿ves cómo se puede pasar bien sin que suceda nada de lo que te tengas que avergonzar en un bar de homosexuales?. Los demás, todavía se quedaban allí, cuando nosotros, como cubas y muertos de sueño, nos fuimos. Tu casa era la que más cerca teníamos y habías hecho muy buenas migas con Antonio y Pedro. Gracias.
-Y..., aquí ¿sucedió algo que no debiera?.
- ¿A qué te refieres majo?
- Bueno... tú estabas en mi cama, desnudo y no consigo acordarme de nada.
La carcajada fue general.
- Vamos, no seas bobo -dijeron los otros a la vez.
- ¿Qué te crees, que vamos por ahí aprovechándonos de las circunstancias y de cualquiera que tengamos a mano, aunque sea un amigo?


Sin embargo, mucho más tarde, cuando ya se encontraba solo y procedía a afeitarse, un moretón bastante ostensibe, producto de un buen chupetón, lo dejó totalmente turulato y con esa duda que sabía que no se atrevería a aclarar nunca


11 comentarios:

XoseAntón dijo...

Del despertador no quiero ni acordarme. :) En cuanto a la duda, si sólo le dolía la cabeza, si podía sentarse con normalidad, quizá pudiera resolver el misterio.
Has conseguido agobiarme, casi oía el ring-ring; lo de la juerga, intentaré evitar ese tipo de locales; por si las moscas. :)

Bikiños

Unknown dijo...

Sólo a tí se te podía ocurrir hacer este texto de manera tan divertida y además cortés...Mucho tiempo sin pasar, ya de vuelta y con muchas cosas que ya te contaré...
No me doy cuenta de lo mucho que disfruto leyéndote hasta que te vuelvo a leer,,,quiero más...siempre quiero más ;-)

Los locales que describes son estupendos también para los heteros, a mi me gustan aunque hace tiempo que no paso y aquí hay muy pocos...

Bicos

Marisa dijo...

Los vapores que anestesian
dan paso a divertidas
situaciones.
Un texto muy logrado.
Besos.

Gala dijo...

Pobre hombre vaya agobio que tiene.
Si es que la bebida es muy mala, jajaja.

Muy bueno el retalo.

Besos

matrioska_verde dijo...

pues a mí también me quedaría la incógnita... je je je... siempre se me hace dificil entender eso de que no te enteres de nada... supongo que con mucho alcohol encima puede suceder...

bicos.

Anónimo dijo...

Un texto fantástico. Divertido e inteligente. Una auténtica maravilla.

CANTACLARO dijo...

.

Jajajaja... sencillamente genial. Muy buen relato.

Besitos,

Ana Lucía

.

jogonzaglez dijo...

¿Hasta dónde llegar?
No sé como hago, pero cuando me meto en este cajón y rebusco, encuentro temas de interés en distintos planos. Hoy cito tres cuestiones:
- “Tunear el cuerpo” me parece curiosa. Aplicarla aos Aguillons de Cariño porque la aves la tunean surrealista me resultaba singular. Aquí se tralada al cuerpo gitano de cada quien.
- Vivenciar una resaca permite describirla en todo su esplendor. No sé si la sastra habrá llegado a tal pero relatar el malestar de tal magnitud como lo hace, es estupendo y valiente porque yo, aunque llegase a tal horrorosa experiencia, no sería capaz porque es hablar de algo sumamente desagradable y vomitivo. ¡¡Trágica situación!!
- Saber hasta dónde llegar es uno de los retos de la condición humana ya que la irracionalidad motivada por “chutes” de diversa índole puede, inicialmente, sonrojarte y racionalizar la resaca para no volver a caer en ella. Lo peor es cuando no puedes parar y llegas a perder pudor, crear dependencias, colgarte etiquetas...
El texto podría servir, desde mi opinión, a crear conciencia de lo que puede llegar a suceder con lo malsano de cualquier drogodependencia empezando por uno mismo hasta llegar a terceros, en venideros capítulos. Esto no es pornografía, es una realidad posible. Por eso... ¿qué ocurrirá la próxima vez?.
Disculpas por tal extensión

abuelo Andrés dijo...

Encuentro muy bien ese relato del despertador, hay que temerlo en especial a las horas críticas en la que estamos agobiados en nuestros trabajos.
Me ha gustado tu post del cual podemosaprender mucho de èl.
Un saludo.

merce dijo...

Buen relato, me enganchó desde el principio, con tu forma de narrar.
Podía verse la escena perfectamente.

Un abrazo fonsilleda.

RosaMaría dijo...

Qué buen relato, perfecto en sensaciones y diálogo. Una idea fenomenal. Te felicito. Besos enormes.