domingo, 6 de julio de 2008

EN LA RESIDENCIA (Viuda en apuros II)

Creo que es el momento de retomar este bloc mío que había abandonado y dejado en la noche anterior a mi tránsito para esta nueva casa que, casi seguro, se va a convertir también en mi última morada.
Tengo que aceptarlo, son ya 80 años los que adornan mi vida con todas las alegrías, pesares, sombras y luces que los han poblado. Pero mi carácter es el que es: optimista y vitalista, algo por otro lado que no me parece tan malo y, menos todavía, teniendo ahora que convivir con todo tipo de personas con soledades y padecimientos como los míos y muchísimo peores.
Lo primero que tengo que reseñar es que fue buena y sabia la decisión de traer conmigo el sillón de Roberto porque su huella permanece y yo, necesito mucho más a menudo de lo que confieso, resguardarme en su recuerdo enroscándome en su hueco, para encontrar el asidero que fue para mí, su imagen, su mano, su olor y casi su presencia. Y necesito contarle y hablarle.
La habitación es pequeña pero he podido colocar la butaca pegada al amplio ventanal. Luego hay una cama, una pequeña mesa que hace las veces de mesita de noche y un armario empotrado suficiente para mis ropas y dos o tres recuerdos que me he traído, entre los que están las cajas de fotografías acumuladas en tantos años. Sobre la mesa he colgado aquel carboncillo enmarcado que Roberto, con su experta mano de dibujante aficionado, había hecho de una foto nuestra muy lejana en el tiempo, tanto, que era de nuestro noviazgo paseando por un parque. Y sobre la mesa, las fotos que con sus marcos me he podido traer (los no valiosos, ya que éstos, que algunos había, se quedaron en el piso). Nada más, salvo que conmigo se ha venido también toda nuestra vida en común.
La Casa (pasaré a llamarla así para evitar la carga peyorativa que pueda tener la palabra Residencia o Asilo), rodeada de un amplio jardín, no excesivo pero sí cuidado, está situada sobre una loma en las afueras de la ciudad y con un parque natural a escasos 500 metros. Es un lugar, ventilado y sano. Cuenta con una agradable solana cubierta, un amplio salón y un par de pequeños cuartos de juegos y lectura en los que, por las mañanas, se hacen diversos talleres. Luego tiene (o tenemos) además, una pequeña habitación en la que hay unos ordenadores exclusivamente para nuestro uso y en el que, de vez en cuando, se imparten clases para aprender su manejo.
Quizá podía obviar todos estos detalles pero como las dos o tres amigas y familiares lejanos con los que ahora me carteo habitualmente, quieren saber exactamente como es todo (especialmente ellas), he aprovechando las cartas cruzadas para que éste, mi primer contacto con el bloc, resulte más fácil y llevadero.
Mi primera semana aquí ha sido triste y sombría ¿para qué negarlo?, pero poco a poco y a medida que me he ido dando cuenta de que también aquí hay personas que mantienen su interés por la vida, por todo lo que pasa a su alrededor más cercano, pero también el ajeno, empiezo a pensar que puedo llegar a vivir con relativa felicidad.
Como solía, me levanto temprano y, aquí además obligatoriamente porque el desayuno se sirve hasta las 9h.30”. Luego regreso a la habitación para calzarme unos buenos zapatos y dar un paseo hasta el parque. Salvo si llueve, ya que nos cuidan y no nos permiten salidas si el líquido elemento moja los caminos. Ésta, la de la posibilidad del "paseo extramuros", fue la primera cosa grata que hallé. La posibilidad de este paseo matutino que te da alas, te mantiene en contacto con la naturaleza y aporta una gran sensación de libertad. Allí comencé a trabar conocimiento con las otras personas a las que, como a mí, les apetecía no sentirse tan enclaustradas. El jardín es bonito, pero se pasea en diez minutos.
Por los caminos conocí a Jesús y María José, un encantador matrimonio, que ha preferido por voluntad propia establecerse allí, más por comodidad que por otra cosa; tienen un hijo al que ven y visitan un par de veces al año y con el que mantienen una fluida correspondencia y charlas telefónicas, más que nada, dicen, para saber de sus nietos. Les he insinuado que podemos solicitar que nos instalen una web, lo que les permitiría además verlos. Seguiremos hablando sobre ello. También conocí a Manolo, un respetable y también viudo ex-director de empresa, al que su hijo, cosa bastante lógica, ha desbancado en la dirección del negocio familiar, en expansión. Es un poco triste lo de este hombre de empresa porque, con su viudedad, parece que le llegó también el momento del dolor. Ninguno de sus hijos le acomoda en su casa y la antigua familiar, en las afueras y grande por demás, se le venía encima. Así que, también por voluntad propia, hace 3 años que vive aquí. Al menos, dice, voy encontrando relativos contrincantes para una partida de mus. Y dice relativos porque, claro, él es el mejor jugador del mundo. De vez en cuando le visita o sale con Miguel un buen amigo suyo médico, ya jubilado.
Si nos encontramos, solemos dar el paseo los cuatro y todavía podemos divertirnos con alguna que otra ocurrencia, casi siempre salida del coleto de los hombres, que en lugar de cumplir años, pareciera que los “descumplen”. Así un día pasamos un buen apuro cuando Jesús resbaló por una roca a la que había subido porque, decían, desde arriba se veía una gran panorámica de la ciudad. Para panorámica digna de elogio y recuerdo, las caras de los 4 que, como unos jovenzuelos tuvimos que soportar una buena bronca al llegar a la casa y tener que hacer las correspondientes curas.
Generalmente al llegar, si no hay programada alguna actividad interesante, voy a por un libro que leo, dependiendo del tiempo, en el jardín o en la estupenda solana, si me deja María.
María merece comentario aparte. Es una señora de 90 años con un espléndido físico, pero con un cerebro muy castigado ya por el alzheimer y una salud envidiable para todo lo demás. Y me ha tomado cariño y quiere que juguemos “al corro”, o “al escondite” o “a las casitas”, provistas de los cacharritos que sus hijas le han ido trayendo.
Así que, de vez en cuando, me toca junto con alguna otra, hacer de mamá o de hija o de peluquera, según tenga el día María. Lo malo es cuando quiere que, por ejemplo, saltemos a la comba. Ahí llegan mis problemas, los de ella, los míos con ella y sobre todo los de ella con la comba que, dice, “está tonta”.
Bien, veo que ha surtido efecto y la terapia de retomar el bloc, me ha puesto de buen humor. Estoy mucho más animada que cuando comencé, así que, procuraré escribir al menos un par de veces a la semana.
Por hoy lo dejo ya que está llegando la hora de comer y creo que tenemos gazpacho de entrante. Me gustaba y aunque no es tan bueno como el que yo hacía, no está nada mal.

1 comentario:

Froiliuba dijo...

bueno pues... a retomar el BLOC e ir descubriéndonos las peripecias de esta dama en apuros, que ya veo se va adaptando a su nuevo entorno.

Como siempre, lo describes tan bien, que cualquiera diría que vives allí. Por cierto que ya me estás diciendo donde se ubica tan magnífica residencia, para ir echando la solicitud y tal jejeje

bicos mil