martes, 10 de junio de 2008

SU QUERIDA MAMÁ


Se acercaba el otoño y hacía un día gris que presagiaba tormenta. El cielo permanecía encapotado pero, aquí y allá, el sol conseguía colarse y potenciar unas transparencias que invitaban al paseo en calma, a pesar de que finalmente, seguro que tronaría.
La temperatura era muy agradable, aunque poco a poco comenzaba a notarse esa especie de bochorno que invitaba a la lluvia para que, con su refrescante y húmeda presencia, limpiara la atmósfera y mitigara el calor.
Sin embargo, era el único día en que podía llevarla a dar un paseo y pasar prácticamente todo el día con ella y bajo ninguna amenaza iba a cambiar de idea. Y todavía menos por culpa de un accidente meteorológico.
Su madre estaba desde hacía un año internada en una residencia pública porque, ella, hija única, no podía atenderla como quería debido a su absorbente trabajo.
Desde que a María le habían diagnosticado una demencia senil y mientras los deterioros fueron leves o poco importantes, se había conformado con tener una persona en casa, pero ahora la responsabilidad era demasiado grande, a pesar de que todavía tenía muchos espléndidos momentos de total cordura. Así que, no le había quedado más remedio que tomar esa dura decisión.
Si podía, se escapaba un rato todos los días para verla, amén de hablar con ella por teléfono, si su estado lo permitía. Pero los miércoles descansaba todo el día, así que, la recogía y estaban juntas hasta las 7 de la tarde que era la última hora de acogida. Si la época del año lo permitía, hacían pequeños viajes y permanecían en la calle paseando y tomando el sol, la mayor cantidad de tiempo posible.
Hoy, además, de pronto al despertarse, había recordado aquella fotografía en blanco y negro y no sabía dónde la había guardado su madre. No quería perderla pues la foto en cuestión, que un día había aparecido publicada en un periódico local, las mostraba a ellas dos en un atardecer nuboso, sentadas en un banco, de espaldas y mirándose. Aquella imagen se había convertido en los últimos años en algo muy importante para ambas, ya que recogía fielmente su relación y reflejaba, a su modo de ver, el profundo cariño que sentían una por la otra.
Ana pensaba en la foto mientras esperaba en el hall de la Residencia la llegada de su madre. Recordaba perfectamente que estaban sentadas a una cierta distancia y ligeramente giradas una hacia la otra, en un día que, seguro, como hoy, presagiaba una tormenta.
María apareció acompañada de un auxiliar que la traía en silla de ruedas. Como de costumbre, su mirada reflejaba una gran belleza y, aunque Ana, en el fondo de su corazón, sintió que aquello no era normal, avanzó sonriendo hacia ella.
Cuando los alcanzó, a pesar de un ligero gesto que iniciaba el auxiliar, se inclinó para besarla y arreglarle el cuello que, como siempre en su madre, aparecía un poco torcido.
Fue como un flash: notó que la geriatra y el neurólogo venían unos pasos por detrás y, automáticamente, en ese mismo instante su madre, su querida mamá, gesticulando como una posesa, comenzó a gritar y a golpear al aire para alejarla.
Fotografía: Elia Fuentes, Seixo.- Complicidade. Nai e filla.

No hay comentarios: