martes, 17 de junio de 2008

PRESAGIOS

Había estado lloviendo toda la tarde y el empedrado de la calle reflejaba con apariencia de espejo. Todo brillaba con ese lustre frío de la materia inerme. Las fachadas de las casas también eran de piedra por lo que la humedad parecía que les aportaba un aspecto más macizo. El ambiente era tan húmedo que parecía que todo pesaba con una extraña densidad, hasta el frío aire que soplaba, rebajando la temperatura unos cuantos grados y aportando, deseo de abrigo y un temor inconsciente que quizá nacía del ambiente, como de gruta, de caverna.
Las farolas antiguas apenas iluminaban algo más que para dar un barniz a la piedra mojada y el silencio sólo era traspasado por sus pisadas y, en algún cruce o bocacalle por las rachas del gélido viento cargado de humedad. María iba completamente embozada, dejando asomar únicamente los ojos.
Era tarde. Se había entretenido en su despacho trabajando, sin darse cuenta de que pasaba el tiempo. Había montado la oficina con una sencillez casi espartana, pero con tal suerte de gusto y acierto, que le resultaba muy acogedora, por lo que trabajaba relajada con el apoyo del hilo musical que había instalado y en el que siempre sonaba suave música clásica. Su trabajo le apasionaba, así que estaba disfrutando y, después de tres meses, comenzaba a tener clientes. Se había dotado también de una cámara web, exclusivamente para hablar y ver a sus padres y hermanos, si se encontraban en casa, cada día antes de irse.
Estaba feliz desde que se había independizado. No es que no quisiera a su familia, que la adoraba, pero a sus 30 años deseaba libertad para entrar y salir sin tener que dar explicaciones a nadie, aunque siguiera contando con ellos para muchas decisiones. Había buscado una ciudad cercana a la suya, pero lo suficientemente lejos como para tener que empezar de nuevo; quiso soledad, desarrollar su trabajo sin presión de ningún tipo y a su entera complacencia, nuevas relaciones y nuevas amistades. Todo era cercano, casi conocido, pero nuevo. Su ilusión también estaba puesta en su pequeño piso, de escasos 60 metros, que estaba pagando con una buena hipoteca gracias a que, por haber vivido hasta entonces con sus padres, había podido hacer unos ahorros para la entrada. Realmente se sentía afortunada.
Eran las 11 de la noche y no se había dado cuenta de lo hambrienta que estaba. Pensó que no le iba a apetecer nada cocinar así que, como le iba de camino, se dirigió a la estupenda cafetería de un agradable y simpático vecino suyo. Tomaría un sanwich vegetal, un vaso de leche bien caliente, y se regalaría con un trocito de Tarta de Santiago que tanto le gustaba. Luego en casa, una ducha y a descansar. El día siguiente iba a ser duro, a las 11 tenía su primer juicio como abogada defensora que, aunque no era importante, si era interesabte para su futuro.
El local, del que era clienta habitual, estaba bien iluminado y caldeado, pero sin excesos, e inmediatamente se sintió a gusto. Había unos cuantos noctámbulos en la barra y dos parejas sentadas en una mesa. Se acomodó también en una esquina la barra, hizo su pedido, cambió impresiones con Manuel el dueño y literalmente engulló la frugal cena. Cuando se disponía a pagar, se acercó Manuel para decirle que uno de los caballeros quería invitarla a una copa, lo que ella, con una sonrisa, rehusó. Era lo único que le faltaba, una hora de charla intranscendente con alguien que buscaría una relación ocasional, seguro. Poco a poco la gente se iba marchando y ella haría lo mismo
- Si esperas media hora, nos vamos juntos –le dijo Manuel-, el tiempo de recoger un poco y cerrar.
- Sería estupendo, pero estoy demasiado cansada y mañana debo madrugar.
- Como quieras, ¿desayunas aquí mañana?.
- Posiblemente, si antes no me llama alguien y tengo que salir a toda velocidad para el despacho.
- Está bien, la noche está muy desapacible y oscura, por favor vete con cuidado.
- Tranquilo, nos vemos mañana Manuel. Hasta entonces –sonrió complacida por el interés.
Estaba a 10 minutos escasos de su piso, así que salió bien envuelta en sus abrigos e inició la marcha a buen paso porque comenzaba a llover.
De pronto, se paró, le había parecido oír pasos tras ella, puso atención, nada. Inconscientemente buscó el abrigo y amparo de los soportales y apretó el paso. De nuevo pisadas; se giró rápidamente, pero la fría oscuridad, no le devolvió ningún rostro, ninguna sombra. Pensó que podría ser Manuel que intentara alcanzarla, así que esperó unos segundos pero nada se oía.
Comenzaba a ponerse nerviosa; cada vez que iniciaba la marcha, parecía que alguien hiciera lo mismo tras ella, sin embargo, al volverse, no conseguía distinguir a nadie. Pensó en regresar, volver sobre sus pasos para esperar a Manuel, pero su acusado sentido común le hizo plantearse: es absurdo, si efectivamente alguien me sigue, iré directamente hacia esa persona. Además, cabía la posibilidad de que la noche, el frío, la soledad y el viento le estuvieran jugando una mala pasada.
Todo seguía en silencio, sólo el frío aire, cargado de humedad se dejaba oír de vez en cuando. No se veía a nadie, tan sólo, aquí y allá, sobresalía una ventana iluminada. De nuevo pasos, eran pasos desde luego. Comenzó a correr, ya no estaba lejos...

Dos horas más tarde, cuando Manuel se disponía a cerrar su establecimiento para dirigirse a su casa, oyó pasar tres o cuatro coches de la Polícía y una ambulancia, justamente en su dirección, así que, como la noche solamente transmitía malos augurios, terminó apresuradamente y con ese miedo estúpido que nace no sabemos cómo, ni dónde, ni siquiera por qué y que hace que cada uno de nosotros nos sintamos protagonistas a la primera señal de alarma, echó a correr.
A 20 metros de su casa se encontraba la policía. Estaban acordonando la zona y en el suelo había un bulto, como de una persona, con la cara tapada. Ya no dejaban acercarse a nadie.
Sin duda, es una persona, pensó Manuel. Antes de que los obligaran a retirarse, alcanzó a ver... aquellos botas, aquel precioso anorak... ¡dios es María!. En ese momento alguien de la ambulancia la cubría con una fría sábana.

Fotografía obtenida en: http://ladyesteffi.blogspot.com

1 comentario:

Caminante dijo...

Qué quieres que te diga, me has dejado mal cuerpo con esta lectura. Un saludo