jueves, 12 de junio de 2008

LAS MARGARITAS ROSAS


Imagen: Isabel60Fotos "Margaritas rosas".-



Se despertó en la habitación de su Residencia con su pijama rosa, tarareando aquella cancioncilla que se había quedado prendida en su mente la noche anterior. Aquella pegadiza, rítmica, monótona y machacona música que había estado bailando hasta la saciedad.
¿Lo había pasado bien?; diría que si, no tenía resaca y eso era buena señal.
¿Buena señal de qué? porque, aparte de aquella molesta música, ahora que lo pensaba no recordaba nada. Sabía que había bailado lo mismo una y otra vez, pero ¿dónde?, ¿con quién?. Laura y Pepa claro, pero ¿alguien más?
Comenzaba a ponerse nerviosa. Se removió en la cama dentro del pijama rosa. Recordaba la llamada de teléfono de Laura para quedar a las 12 en la parada del NCC (eufemismo que usaban para el nuevo centro comercial). Llamó a sus padres para evitar que la sorprendieran como hacía un mes, cuando llegaron sin avisar para pasar el domingo con ella y la habían encontrado en cama a las dos menos cuarto. Aguantó bronca y seria advertencia y no quería volver a pasar por lo mismo.
Así que, con pantalón y jersey a juego de color rosa, trench, botas y gorro negros, salió al encuentro de sus amigas. Llegó al mismo tiempo que Laura, a Pepa, siempre la última, la esperaron escasos 5 minutos. Habían tomado un café en el NCC para hacer tiempo y no ser de las primeras en llegar. Se trataba de encontrar los locales ambientados. Les gustaba el bullicio y disfrutaban de esa válvula de escape que les deparaba el poder hablar en voz alta, decir tacos si se les antojaba, reírse a carcajadas y no tener que guardar las formas, después de pasar la semana aherrojadas por los formalismos, silencios y buenas maneras que habían de mantener en sus respectivas Residencias. Las tres eran de fuera y, parece que en eso también coincidían, provenían de familias de costumbres rígidas y conservadoras.
Las había presentado algún conocido común y enseguida habían simpatizado, aunque por los estudios de cada una, el contacto que mantenían era casi exclusivo de fin de semana.
Al llegar a “Inteligencia” consiguieron su primer porro para ponerse a tono y bebieron un par de “Cerebritos”, aquellos chupitos tan deliciosos pero de alto grado alcohólico. Charlaron y rieron con los conocidos que fueron encontrando, se contaron los últimos rumores acerca de algún que otro profesor o profesora y puede que alguna maldad también y compartieron un par de porros más.
Recordaba que fue entonces cuando el grupo decidió acercarse a algún otro local, pero con pista para menear a conciencia el esqueleto. Pero..., algo más tenía que haber bebido o fumado o sucedido, o las tres cosas, porque desde el que suponía último porro y la decisión de ir a otro lugar, no recordaba nada, ni siquiera cuando salieron. ¿Qué había pasado?, ¿adónde fueron?, ¿en qué pista bailaron?, ¿quiénes?
¡Joder!, no tenía ni idea, ¿cómo diablos había regresado a la Residencia?, ¿cuándo se puso el pijama?. Ni puñetera idea..., ¡dios, ni la más puta idea!.
La música seguía maritizándola y ahora sí comenzaba dolerle la cabeza. Decidió que lo mejor era una ducha para ver si se despejaba completamente y, de paso, recordaba... ¿qué?.
Con un poco de esfuerzo se levantó, puso sus preciosas y cómodas zapatillas de color rosa, el albornoz rosa, cogió su neceser rosa y se dirigió a uno de los dos baños que había en su planta que, por una vez y por suerte, estaba desocupado. Metódicamente, como en términos generales actuaba ella, entró, cerró la puerta, se miró al espejo y maquinalmente alisó un poco su desordenado cabello. Abrió la ducha para que el agua se fuera calentando y comenzó a desvestirse, colocando la ropa en el colgador con cuidado y bien ordenada hasta quedar totalmente desnuda, entonces se volvió y quedó frente al espejo.
¿Qué era aquello?, su cuerpo parecía un primaveral campo cubierto de margaritas rosas. ¿Estaba soñando?, parpadeó, abrió el grifo se mojó la cara y tornó a mirarse: montones de pequeños pétalos rosas le dieron la réplica en el espejo y...
Despertó en su cama vestida con su pijama rosa y rodeada de algunas compañeras; ¡menos mal!, había estado soñando..., ¿no?. Qué cuchicheaban sus compañeras?, aquellas caras irónicas y aquellas miradas burlonas ¿qué significaban?
Cuando con esfuerzo consiguió levantar una mano para llamar la atención de las chicas, la manga de su pijama rosa resbaló y..., no, no era posible, no había sido un sueño, allí estaban bien coloreadas, asomando tímidamente, las primeras margaritas rosas.

3 comentarios:

Caminante dijo...

Ups... margaritas y rosas en los brazos? lo siento, qué me he perdido?

La signora dijo...

Este relato tan actual tiene la dosis justa de surrealismo.
Margaritas...conozco a alguien que las ama.

fonsilleda dijo...

Las flores que llevaba cuando me casé eran justamente margaritas.
¡Qué cosas!
Gracias por entender, no por todos fue tan bien acogido.