domingo, 20 de abril de 2008

Y AL FINAL LA BELLEZA

Esa mañana me había quedado dormida, el placer de la ducha no había resultado tal, pues el calentador se había averiado y tuve que hacerlo con agua fría, por lo que, en lugar de despertarme y calmarme como es habitual, me había colocado directamente en lo alto de la columna de la hiperactividad. A partir de ahí lo hice todo corriendo: la cama, el desayuno, que siempre tomo sentada pero en la cocina, lo tomé de pie y sirvió para que, mientras lo hacía, la loza que había quedado de la noche la colocara en el lavaplatos, preparara la basura, guardara botes, azúcar, mantel, pasara un paño por la encimera, pusiera una lavadora, las miguitas del suelo me molestaron especialmente y por lo tanto tomé la escoba y barrí, en fin, todo lo que normalmente hago a mediodía si me acerco a casa o por la noche cuando ya me retiro. Lo hice todo cada vez más excitada. Salí de casa disparada, perdí el bus por segundos, tuve que tomar un taxi, me tocó el maleducado de turno que, además, se empeñó en criticar a mi candidato para las próximas elecciones y llegué justo en el último segundo a mi lugar de trabajo.

Entré acelerada, de malhumor, mal maquillada y despeinada, con mi bonita chaqueta chanel mal abotonada (lo que por cierto me hizo notar, con mucho retintín el recepcionista, por lo que, todos los que esperaban o pasaban, se sonrieron con conmiseración), tenía ya 5 mensajes en mi mesa y uno de ellos del jefe, no había tenido tiempo de leer el periódico y por lo tanto no estaba informada de la actualidad... Poco a poco se fue desarrollando el día; lo primero hablar con el jefe y bronca: no había salido bien el asunto aquel en el que habíamos puesto alguna que otra ilusión, luego, las citas que habíamos previsto para él, se habían anulado, mi ordenador, de repente, sin previo aviso hizo ¡plaf!, con un bonito destello, eso sí...

Entonces, me paré, me enderecé, respiré profundamente, llamé a mamá para que, por favor, se ocupara de mi calentador, me levanté y fui a buscar un cafecito. Regresaba a mi sitio con una sonrisa medio forzada cuando giró el pasillo Petra, chocamos y ¡pobre Petra!, ¡adiós café!

Regresé a mi mesa y qué cara llevaría, cuando mis dos compañeros, con los que compartía departamento y trabajo y que conmigo habían soportado también la bronca mañanera (después de haber aguantado el relato de todas mis desgracias previas), al verme, bajaron la cabeza supongo que pensando: lo mejor, el silencio.

Me facilitaron un nuevo PC porque al mío le había llegado su fin, con el consiguiente trastorno para recuperar lo que me interesaba y necesitaba.

El resto del día siguió bajo la misma tónica, así que, llegué a casa, con dolor de cabeza, desfallecida, con las medias rotas, el ánimo por el suelo y pensando hoy no hago nada de nada.

Pero ¡menos mal!, encima de mi cama había un paquetito que enseguida supuse que había dejado mi espléndida madre cuando estuvo por lo del calentador que, algo bueno, ¡ya funcionaba!. Era un CD, conoce mis gustos y compartimos muchos; se trataba del primero de esos 4 chicos tan guapos que cantan tan bien (pensaba yo), “Il Divo” (ahora ya de sobra conocidos). Encendí el ordenador y lo puse en el reproductor..

Todavía estaba inquieta, preocupada, triste y muy fastidiada, y persistía el dolor de cabeza, pero comenzó a sonar la música, poco a poco me envolvía. Lentamente, despacio pero sin pausa, comenzó a influir en mí, la mala atmósfera estaba desapareciendo. Sin apenas darme cuenta, mis músculos comenzaron a distenderse, a relajarse. Entonces comencé a notar cómo, sin dolor, se me retorcían y encogían las entrañas (no sé otra manera de expresarlo porque es algo así como cuando eres muy, muy joven y, por primer vez alguien que te gusta te roza la piel para acariciarte, o los labios para ese primer beso, o te mira tan intensamente que quisieras morir) y pienso en cuál será el poder que tiene la música.

Me quedo atenta, escucho y me concentro en mis sensaciones y resulta que mis ojos están húmedos, la cabeza ya no me duele, noto todo mi interior que siento encogido, alerta, tengo el vello sino de punta, sí medio erizado y mi corazón palpita fuerte y sube por la garganta. Además está ese escalofrío a punto de recorrerme...

Para entonces había dejado el ordenador y el correo que comenzara a abrir, Me había tumbado en el pequeño sofá con todo mi yo en la música.

Sólo mi pensamiento se mueve y medito entonces sobre la belleza, el poder que encierra y cómo actúa sobre el ánimo.




Sonando la Callas, la noche que lentamente había ido llegando, comenzó a cambiar de color y salió el sol.

1 comentario:

Froiliuba dijo...

Aunque ya conocido, sé que algo ha cambiado, no sé exáctamente el que, pero me sigue pareciendomuy bueno y fresco.
Il divo... jejejeje

un besote