jueves, 17 de abril de 2008

LECCIÓN DE LÓGICA.

Xoanciño era el menor de 5 hermanos y único varón por lo que, estaba muy mimado y consentido. También era un niño muy inquieto, que siempre hacía lo que quería.
Cuando los domingos asistía a misa, ahora Eucaristía (en aquellos lejanos tiempos en los que todo el mundo se reunía en el recinto de la Iglesia para, aparte de cumplir con los deberes de un catolicismo casi inherente al nacimiento, alternar, exhibirse y reconocerse, aparte de cultivar amistades, hacer amigos, buscar novio etc.), ya no le dejaban sus hermanas mayores que se fuera con los niños de su edad, temiendo siempre que alborotara y revolucionara toda la grey infantil.
Así que, cualquiera de sus hermanas, generalmente la más responsable, quizá la más trabajadora, la que siempre hacía casi todo con harta seriedad, lo tomaba a su cuidado.
Y aquel domingo que viene a la memoria de la que escribe, estaba a la sazón Otilia intentando calmarlo, tranquilizarlo y explicarle el misterio que presenciábamos, para que se aquietara, cosa bien dificultosa.


Así que, llegando el momento de la Consagración, ella explicaba con lenguaje asequible para el niño, de una forma apacible, sosegada y casi inaudible, excepto para Xoanciño que estaba casi fundido con ella y por mí muy cerca de ambos:
Verás Xoan (momento tan solemne no merece diminutivo cariñoso), espera, ahora es un momento muy importante y extraordinario en el que hay que estar quietos, y sin hacer ruido porque, verás, el cura, va a convertir el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo...
Xoanciño, empujando y tratando de desasirse miró a su hermana y solamente dijo: “Ay sí, si diera” (con la acepción del verbo dar que se refiere a: “hacer, practicar, ejecutar una acción”, “empeñarse en ejecutar algo”) y continuó haciendo fuerza para soltarse.
Y la que escribe, con su fe ya en la báscula, a pesar de las enseñanzas impuestas y grabadas casi géneticamente, con sus pocos años, sonrió ampliamente por la infantil salida, guardando en su memoria la anécdota. Y después, a fuerza de recordarla, deduce y se afirma en que la lógica de los niños, aplastante, espontánea, sincera y sin obstáculos, es, a menudo, certera, clara, y definitoria. Totalmente lógica.

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