martes, 15 de febrero de 2011

TRAS EL FRACASO.


Sus ojos derramaban lágrimas de silencios y de nostalgias que le impedían que pudiera pulsar sus sentimientos. Mientras, se daba cuenta de que todavía era capaz de colocar cada uno de sus dedos, en el teclado de la vieja Hispano Olivetti que había encontrado arrumbada en el trastero.
Sin embargo, estaba muy claro, hoy su alma ya no compartía nada con aquellas teclas que la vieran nacer como escritora y el trabajo que durante dos días había llevado a cabo para limpiar y engrasar la máquina, había sido totalmente vano.
Ni siquiera, de la tristeza vital que la embargaba, era capaz de extraer alguna idea que valiera la pena para traspasar a un ensayo o a cualquier novela. Tenía claro que tampoco sería capaz de escribir un cuento.
Su egoísmo la había impulsado a alejarse de cualquier compromiso personal, profesional o de cualquier tipo que no redundara en su exclusivo beneficio. Y, por lo tanto, esgrimiendo la soledad como clave para su creatividad, hacía años que se había marchado de su patria y vivía sola en un estudio de un impersonal rascacielos situado en un piso 23.
Ahí estaba su pecado y ahí creía que radicaban todos sus actuales problemas; el voluntario destierro había dado como resultado, no tan solo la propia soledad sino un paulatino y total vacío esencial.
Ya no era casi nada y ni siquiera tenía un pálido heredero para que se lucrara de los beneficios de su obra publicada.
Se iría borrando lentamente, de la misma manera que su perfil en un espejo empañado. Así que, tras la constatación de su rotundo fracaso, miró al vacío exterior y tomó la única determinación que le parecía lógica: abriría aquella ventana y se iría deshaciendo de ella misma, comenzando por aquellos...

- Dos cajas de lapiceros que guardaba con cariño por su delicioso olor a madera,
- las gomas de borrar, de las que todavía se podían extraer viejos aromas,
- tres o cuatro estilográficas; una de ellas muy hermosa y carísima,
- dos tinteros de tinta azul, uno con tinta negra y otro de un rojo intenso.
- diez o doce bolígrafos, de variados colores, un par de ellos, preciosos.
- la propia Hispano Olivetti, por la que se pelearía cualquier anticuario, más ahora que se había molestado en ponerla a punto,
- el Ordenador, el portátil y todos sus “adláteres” y apéndices.
Así que, apiló todas las cosas en una mesa junto a la ventana y, tras abrirla, comenzó la descarga.
Cuando terminó, pensó muy tranquila: “ahora solamente falta que vengan a deternerme”

Imagen: Obra de Paul Klee, "Anatomy of Aphrodite".

9 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Cuando yo era adolescente, un día de una procesión, se me cayó de la ventana un vaso de agua...no me detuvieron, pero llevé una bronca inolvidable.

Ahora, cualquier día tendré que empezar a tirar: al fuego, al contenedor...
(Pero seguiré llena)

Caminante dijo...

Yo tengo una de esas Hispanoolivettis con su maletín de madera, que se cierra con cerrojo y su forro rojo de cuero. Si estás interesada te la vendo barata!

Montserrat Llagostera Vilaró dijo...

Bueno menos mal que solo eran enseres y ella permaneció intacta.

Madre, que sust.

Bicos, Montserrat

Sir Bran dijo...

Mirando únicamente a la acción simbólica... es como tirar una forma de vida.
Da igual si te detienen.
A lo hecho... pecho.
Eso dice el refrán.
Quizá todo caiga en la azotea del primero... y allí viva un/a soñador/a.
Estupenda renovación escrita.
Besiños.

matrioska_verde dijo...

Un relato muy bueno, sobre todo ese final tan impactante, no lo había imaginado. Pero no hay que regodearse en el fracaso, sólo hay que tomárselo como un paso más que hay que superar. Y volver a levantarse. Y seguir. Biquiños,

Marisa dijo...

Eso pasa,se hace del trabajo la vida
y llega el día en que eso no basta,
pero hay vida, y esta
merece la pena vivirla.

Un abrazo muy grande

J. G. dijo...

me encanta la parte arcaica de la olivetti

Unknown dijo...

Leo este hermoso texto que publicaste, con una narrativa atrayente, sorprendente como siempre en el desenlace y muy bien argumentada y la verdad, me identifico bastante con el personaje de tu historia, también tenía una Hispano Olivetti que limpie y engrasé para perderla luego en uno de mis cambios de domicilio y también siempre tuve y aún tendré, gran cantidad de estilográficas, bolígrafos, lápices, lapiceros, rotuladores y gomas de tinta y de lápiz, con algunas cosas más y también yo sentí la necesidad de tirar con todo, probablemente con la idea de cobijarme en mi mismo, pero de momento solo hice el trabajo a medias.

Bicos

Lasinverso dijo...

Este me ha parecido sencillamente genial, de verdad!! un besote!