martes, 27 de julio de 2010

PUDO OCURRIR

Siempre escribía sus primeros esbozos, las primeras ideas e imágenes, a mano, en un cuaderno de tapas negras que, a medida que terminaba, iba almacenando en un pequeño baul chino que su madre le había regalado y que ella guardaba como un tesoro en aquella pequeña ciudad de su infancia.  Luego, una vez ligeramente conformados sus poemas, hacía una primera corrección allí mismo, sobre el papel, tachando o ampliando, sustituyendo términos repetidos por sinónimos, puliendo ideas o depositando palabras sencillas y poéticas en lugar de términos rebuscados o abstrusos.
Pasaba una simple línea por encima, de otro color, pero de manera que se pudiese entender lo que ponía, no en vano muchas veces, recuperaba su primera elección.
De esta manera, aquellos textos quedaban como si tuviesen vida, como si las alas de una mariposa se hubiesen depositado aquí o allá componiendo una alegre partitura musical, dejando un poso de color y belleza.
Más tarde venía el trabajo en la asepsia del ordenador, para el pulido final que nunca era el último, pues éste se producía, una vez la temática de la poesía hubiera sido ampliada con otros trabajos, para formar un todo.
Pero hoy se hallaba sentado ante una hoja totalmente en blanco, sin ideas. Su trabajo diario, para el que se había preparado durante los años de adolescencia y estudios no daba frutos. Habitualmente enseguida le surgían imágenes, aunque más tarde fueran rechazadas.
Calculaba que llevaba así más de un cuarto de hora: sentado, con la espalda recta, la pluma perfectamente sujeta y sus cosas en orden, tal como le había enseñado tantos años atrás aquel estupendo maestro, que le había animado en sus primeros años de instituto y que creía que "las musas" había que trabajarlas bien dispuesto, en el lugar idóneo y rodeado de calma. Quizá sólo, decía el profesor, una ligera y relajante música de fondo, no demasiado alta.
El lugar apropiado para él, desde hacía algún tiempo, era allí, ante aquella ventana que tenía una hermosa vista al mar, al puerto, a las ruidosas calles que no oía,  a las gentes casi microscópicas que como hormiguitas se afanaban de aquí para allá y a un enorme parque, tras el que crecía la pequeña sierra que rodeaba la ciudad hacia el Suroeste (trayendo hasta él miradas de los montes caminados en su niñez) y que vertía al mar sus últimos anhelos de montaña. Era todo lo que le inspiraba y estaba convencido de que aquel lugar tenía todos los alicientes para estimular sus sentidos, sus recuerdos y, especialmente, sus sentimientos.
Abrió el pequeño cajón del fondo de su escritorio y tomó los viejos prismáticos, que guardaba allí porque algunas veces, se entretenía con la arribada de un trasatlántico u otro barco;  más si era un velero con el trapo desplegado. Mientras miraba, recordó aquellas palabras de un poema suyo de tantos años atrás:
“Este é o punto mesmo.
Eiquí.
-entre a corda rota
e inmóvel das horas- " (Este es el punto exacto, Aquí - entre la cuerda rota e inmóvil de las horas)

¡Qué bien venían sus propias palabras a aquel momento!.
Ante él un precioso atardecer de los muchos que disfrutaba en aquella ciudad. Todo se veía en calma, la luz era preciosa y el sol comenzaba a viajar hacia aquel desconocido punto, más allá del horizonte, para llevar vida a otras gentes. Sin embargo, aparte de la belleza, que cada día le parecía distinta y única, no había nada que llamara especialmente su atención en el paisaje tantas veces mirado, tanto tiempo aprendido, tan amado. 
Y pensó: "allá están las islas", mirando una vez más su fisonomía de diosas siempre adoradas. Sin embargo, tomó la pluma y...


"Acolá estan as illas. Paso a man sobre o lombo do vento
que mas deu coma un can no monte dá perdiz
agardo que se ergan e voen sobre o mar. "

Leyó con placer y sonriendo, continuó:

"A alma anda nestes inventos porque non lle abonda
o que é como é do mundo."

Ya estaba, tenía la idea, llegaban las palabras porque nacían sentimientos. Mentalmente tradujo para sus otros lectores, que, sonriendo de nuevo pensó, "habelos hainos":
(Allá están las islas. Paso la mano por el dorso del viento
que me las dio como un perro en el monte da la perdiz
aguardo que se yergan y vuelen sobre el mar.
El alma anda en estos inventos porque no le basta
lo que es como es del mundo....)


Nota: Para ilustrar y enriquecer el texto, he tomado unos pequeños, pero grandes, trozos de dos poemas de don Álvaro Cunqueiro, a quien admiro y al que he visto muchas veces por las calles de esta ciudad hasta su fallecimiento en 1981.

Las imágenes que agradezco son de:
Mariposa: http://www.flickr.com/photos/seix0 Elia Fuentes Fondevila (Seixo, Xalundes)
Atardecer: http://www.flickr.com/photos/photos_yankaxl/ Juan Carlos Soto Cuevas (Yanka)

12 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Precioso.
Magnífico Cunqueiro, tan desconocido, con ese humor tan nuestro.

Montserrat Llagostera Vilaró dijo...

HOLA: YA ECHABA EN FALTA TUS ESCRITOS Y ESTE ME HA PARECIDO BELLÍSIMO.

CUANDO HE LEIDO LO DE LAS ISLAS ME IMAGINABA LAS ISLAS CIES.

BIQUIÑOS, Montserrat

Tatiana Aguilera dijo...

Cuando leía tu relato, sentía que nos desnudabas a todos los aprendices de poeta, porque es el sistema que usamos para trabajar...Primero lanzamos las ideas, luego las modificamos, y otras veces nos quedamos estáticos, de piedra, en blanco.

Los versos de Cunqueiro, preciosos, bellos...
Un beso amiga.

matrioska_verde dijo...

Estupenda composición... tu narrativa llena de magia y serenidad y los versos de uno de los grandes de nuestra literatura...

¡enhorabuena!

y las fotografías maravillosas también, sobre todo la del faro... es que tengo debilidad.

biquiños,

p.d.: ah! y no te disculpes por no poder pasar por el blog, mujer, que se comprende, sino fuera por mis circunstancias especiales también yo estaría desconectada, así que no pasa nada en absoluto... además de que tampoco hay obligación alguna... disfruta del verano que pronto se acaba.

Froiliuba dijo...

Don Alvaro y tu
en fin
que ya te volvieron las musas, enhorabuena juer, ves
todo vuelve y estas tuyas
tras las vacaciones esas han regresado llenitas de plástica belleza


a ver si mandas una a Madrid eh
bicos tolita

Alís dijo...

Llego tarde, sí. Ayer y hoy también abrí varias veces tu blog decidida a leerte y siempre algo interrumpía la calma necesaria para disfrutar de tu texto. Por fin (con la peque durmiendo siesta y otras cuestiones zanjadas) pude regalarme el placer de leerte. Porque eso es, un gusto, en este relato sobre el poeta que es poesía en sí mismo, porque el momento de crear tiene su magia, pero también sus exigencias, y las musas no siempre acompañan. Aunque acaban llegando siempre ¿verdad?
Hermoso texto.

Bicos

ana. dijo...

Que hermosura Anita! cómo has logrado quedarte un instante mirando el atardecer con el alma del poeta, como has logrado recorrer su/tu pequeño país de la infancia para hacer propias sus palabras y que él hiciera propias las tuyas. Gracias, Anita. Muchos besos!

Marisa dijo...

Has sabido elegir muy
bien estos versos de
Cunqueiro para ilustrar
tu texto en el que humildemente
me veo reflejada.Con la mirada puesta en la ría busco esa palabra que describa el
pensamiento,estoy segura
que las musas de Cunqueiro
se la brindarían al momento.

Biquiños

Caminante dijo...

Es un placer volver a leer un texto tuyo! ademas, como siempre, tirando a la tierra con tus queridos poetas gallegos y evocando esas islas que sabes que tienen tanta importancia para mi. Hacia tiempo que no pensaba en ellas y sin embargo, no me abandona su fragancia y su recuerdo.

Unknown dijo...

Es un texto precioso Ana, con lección y ánimo al reenganche incluidos, ya me sirve para retomar.

Gracias por compartirlo.

Un acio de bicos.

Rosa Cáceres dijo...

¡Qué bonito!

ALBINO dijo...

Un bonito relato que encierra una historia de las que existen.
Te contaré que en mi lejana juventud iba al café madrileño donde coincidia con el famoso humorista Enrque Jardiel Poncela.
El escribia sus comedias o novelas a mano, y tenía a su lado un frasco con goma, un pincelito y tiras cortadas de papel blanco. Las correcciones las hacia pegando una de estas tiras sobre lo que no le gustaba, y escribiendo de nuevo sobre ella. Por supuesto que las pensaba mucho antes, porque eran definitivas.
Y asi salió, por ejemplo "Eloisa está debajo de un almendro".
Cariños