Cuando llegó a la sala en la que se inauguraba la exposición de sus acuarelas, descubrió las caras atónitas y entregadas de público y prensa.
Había vivido con la progresiva pérdida de audición y ahora que había triunfado, no podía escuchar ni los aplausos, ni los halagos del público.
4 comentarios:
Quien sabe si mejor que no escuchase esos halagos si no eran realmente sinceros?
Cuando haces algo lo haces antes que nada para tí. Lo disfrutas. El reconocimiento de los demás es agradable pero no prioritario.
Sin embargo me has hecho imaginar un mundo donde solo se escuche la propia voz. Me resulta interesante la idea.
un muy bien trbajo, parece un texto sencillo y lo es en su estructura, pero encierra una intensa sensación cinematografica que me encanta.
felicidades!!!!!!
Duro, lo se pues tengo un hijo hipoacúsico que habla perfectamente pues perdió la audición paulatinamente. Es una sensación de desamparo y desasosiego muy grande, tanto para él como para nosotros, que tenemos que "tocarlo" para que nos mire cuando hablamos.
Muy bueno, lo breve dos veces bueno.
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